¿Cómo llegaste? ¿Qué paso tras otro paso te ha deslizado
hacia borde de este silencio?
¿Cómo ese pensamiento (una flor, una hoja, una mota de
polvo) se introdujo, asesino, entre los pliegues de la espera?
¿De dónde viene? ¿Quién a golpe de huracán te cubrió con esa
escarcha?
¿Cuándo decidiste ser la incapaz de imaginar tu pie y tu pie
dibujando un salto hacia el otro lado
del abismo? Y salvarte
y salvar
no consentir
no doblegar
no doblegar ¿Era así?
Ahora, la escarcha dice no,
dice el huracán ya no vas a encontrar la forma de flexionar
sobre ti misma (para saltar, simplemente para saltar.)
El consuelo consistía en poder alzarte como hacen las aves
al sentir la amenaza, al palpitar el miedo entre sus plumas.
Ya sólo eres, inmóvil, rígida,
roca plegada hacia el abismo, sin plan de huida,
sin esperanza que te invite a partir.

Pintura, Max Ernst