Vincent van Gogh
Volver al
lugar donde el rojo clavel era el fuego en mis manos,
a ese
espacio inventor de palabras, al barro moldeado entre los labios,
a ese
momento donde decir melodía era Chopin en sus dedos
y azul,
abriendo mucho la boca, se derramaba sobre el cielo de la tarde,
y la mezcla
del clavel y el mar extendía la mañana.
Volver a ese
lugar del instante repetido y distinto e igual a sí mismo
donde los
animales apresurados, escondían sus sombreros entre las cañas,
dulce aire
al respirar roza tus ojos de miel y luz.
Volver. Todavía
estás a tiempo de desandar el espacio inmensurable donde un siglo era el
secreto lento de la tortuga,
volver a tus
pies de un salto.
Estás a una
sola puerta de la habitación donde imaginabas
que morirse
era sólo cerrar
los ojos,
la espera del
sueño,
a oscuras,
hasta que el
canto de los pájaros,
descubría al
sol escondido
entre las
cañas de azúcar y los diminutos sombreros.
Y entonces,
se acababa el instante temeroso
porque
aparece tu ángel despistado en el aroma del yerbahuerto
y Dios te
espera en el fondo del vaso de leche.
Aún estás a
tiempo de apretar los párpados y volver
al lugar de
lo prescindible, donde se pierden los utensilios
y no pasa
nada.
Aún estás a
tiempo de volver
al lugar de
las cosas que se comen con las manos.